lunes, 23 de septiembre de 2013

ir y volver

Mirá. Por allá quedó Londres. En el 2011. Sus calles nubladas y veredas auténticas. Lluvias indecisas y sandalias desubicadas. Bicicletas de alquiler y colectivos-aviones. Camas apiladas en hostels de acá y de allá, con gente de acá y de allá. Algunos botes a la vera del río. El sol rebotando tímido en masas de pastos bajo la helada. Las hojas naranjas en el suelo y en el aire. El frío asesino en mi nariz a bordo de una bicicleta sin frenos. Los clientes de los restaurantes donde trabajé. Algunos amores, varios amigos e infinidad de gente con la que charlé. Vito, tan sexy. Kostas, tan verde. Sybilla, tan fuccia. Signe, tan dulce. Ester, tan política. Javier, tan peruano. Shimi, tan madre. Carla, tan amiga. Y quedó un grupo de italianos con los cuales jugaba al futbol. 
También quedó el humus, y los motivos de mi veganismo. Quedaron fotos especiales. Quedaron los senderos verdes y grises por los cuales caminaba para oír el silencio y ver la oscuridad y sentirme acompañada en la soledad absoluta. El cementerio. 
Quedaron los colores empapados de un cielo gris. Quedaron los recorridos de casa al trabajo y viceversa. Quedaron las caminatas sin rumbo por la ciudad. Quedó el sentimiento constante de estar descubriendo algo único. Quedó Covent Garden y el cine de la cual era clienta habitual. Juntito al Barrio Chino, donde también fui clienta habitual. 
Quedaron la infinidad de luces navideñas en todas las calles centrales. Quedaron tantas calles caminadas. Quedaron dos navidades, algo allá, algo en España y algo en Argentina vía mensajes electrónicos. Quedaron tus mails y el amor. Quedó Starbucks y mi café sagrado. También quedaron tantas botellas de vino y algunas lágrimas. 
Quedó ese frío. Esos árboles. Una luz matutina tan auténtica. Quedó Matt. Mi dormitorio y el rincón de pintura. Quedó la ventana que tanto me inspiraba… ¡tantas vidas inglesas detrás de las ventanas! Quedó la pared de collage que creé y desarmé cuando me fui. Quedó mi mate, bajo custodia. Quedaron las noches de cine.
Quedé yo. Quedó todo un año de yo.

Mirá, por acá quedó Londres. En el 2013. Por alguna parte de mi cuerpo, cerca del estómago y el corazón, que ahora ronronea pidiendo no se qué.
Ya no me acuerdo que quise irme. Solo siento que quiero volver.

Quizás a buscar todo el yo que dejé.